
Algo parecido me dijo mi mejor amigo, luego de consolarme durante días a través de WhatsApp. Había decidido terminar una relación, que la otra persona juraría que nunca existió, estaba deprimida y separada por miles de kilómetros de las personas a quienes necesitaba abrazar.
Por Mallinali Mejía
23 de agosto de 2022
Todo empezó en una app de citas, vivo desconfiando de ellas y aún así las sigo descargando una y otra vez, ¡mala mía! Hice match con un tipo que me pareció guapo, inteligente y divertido. Cuando lo vi en persona, lo confirmé. Por sus acciones, pensé que yo también le gustaba, pero ciertamente nunca me lo dijo.
Desde el principio debí ver las red flags, cuando le pregunté qué era lo que le gustaba y me respondió que “todo lo que podía hacerse en la cama”. El sexo no me espanta, me gusta, así que sólo me limité a indagar si era lo único que buscaba.
Según él, no estaba “exento de nada”. Mi interpretación fue “abierto a todo”, segundo error.
Hicimos de todo, con ropa y sin ella, nos divertimos mucho porque teníamos un humor similar y la pasábamos muy bien cada que nos encontrábamos, independientemente del plan. Hasta que algo empezó a cambiar. Eso de pensar todo el día en una persona, querer estar con ella siempre, esperar sus mensajes y sonreír al responderle… o ponerse triste con sus cancelaciones, ya no era sólo disfrutar el momento. ¡Me enamoré!
Se lo expresé y al principio dijo que no sabía qué sentir y decir al respecto. No sabía lo que quería. Yo sí, lo quería a él, no tenía claro si para compartir un título formal y duradero, pero sí para besarlo, abrazarlo, tomarlo de la mano, decirle “te extraño”, hacer videollamadas y acurrucarme con él, aunque no lloviera.
Me convencí de que era un chico confundido, confié cuando dijo que no quería lastimarme e intenté seguir saliendo con él, hasta que luego de un chiste, como los que siempre hacía, volvió a salir el tema y ¡la bomba explotó! Le dije que ya no deberíamos vernos porque para ese punto yo ya estaba sufriendo la falta de reciprocidad.
Esa semana fue peor, no supe más de él y terminé haciendo lo que me salió del corazón, aunque la razón lo desaprobó. Escribí una carta para decirle cómo me sentía, le tomé una foto y se la envié por WhatsApp.
Su respuesta fue larga, pero se resume en la frase que me rompió el corazón “soy un raro fuckboy”.
Cuando lo leí supe que ya no había marcha atrás, él lo había aceptado, yo ahora lo sabía y no me podía seguir inventando justificaciones. ¡Ahora que lo escribo me doy cuenta de que las alertas siempre estuvieron ahí! A él no le gustaba tanto… ¿han visto esa peli? Espero que sí porque es una buena referencia.
Total, me deprimí por segunda vez, pero ahora con coraje hacia él y culpa contra mí, porque debí saberlo, debí limitarme a disfrutar, debí esto, debí aquello, ¡debí! Cuando más me culpé y más tonta me sentí, mi mejor amigo me dijo “esperar algo bonito de una relación no está mal, los que están mal son los otros”. Nada más cierto.
¡Momento! No digo que tener citas sin vincularse afectivamente esté mal, tampoco las personas que lo hacen, lo que está de la chingada es que no lo expresen clara y oportunamente. Por respeto al tiempo y a los sentimientos de la otra persona es mejor decir desde un principio lo que se quiere y lo que no, lo que se puede ofrecer y lo que no. ¿Eso podría espantar al ligue? Claro, pero practicar la responsabilidad afectiva también les podría ahorrar muchos dolores de cabeza o corazón a ambas personas. Y, de hecho, igual podrían pasarla bien.
Lo que me pasó es sólo uno de muchos ejemplos de enamoramientos no correspondidos o poco adecuados, como enamorarse de alguien que está en una relación (cerrada), que sigue clavado(a) con su ex, que es de la propia familia, etcétera. Según la situación y la correspondencia, sentirse enamorado(a) puede ser hermoso o jodido, pero es difícil modificar lo que nos pasa a nivel hormonal y cerebral. Lo que sí podemos controlar es nuestra conducta, lo que hacemos al respecto. Lo primero es reflexionar y debatir nuestros pensamientos de culpabilidad.
¡Enamorarse no es un crimen, sin importar de quién sea!
Toca también pensar en todas las opciones, lo más importante es evitar lastimar a alguien, principalmente, a nosotros(as) mismos(as). Los sentimientos y deseos de la persona de quien nos enamoramos pueden influir, pero al final, quedarse (y bajo qué condiciones) o irse deberá ser una decisión propia, intentando dejar de lado lo que se espera de nosotros(as), porque los deberías no reflejan nuestros deseos sino los de otras personas.
Irse podría doler al principio, pero los beneficios a largo plazo lo valdrán. Quedarse podría sentirse bien un ratito y también es opción, siempre que se asuman las consecuencias. En cualquiera de los casos, sin culpa, teniendo presente que el enamoramiento es algo que sucede, no es sinónimo de debilidad o estupidez, es un síntoma de humanidad.
Aclaración importante: enamoramiento no es lo mismo que amor, pero de eso ya hablaremos luego…